Los poderes del cacao: del grano a tu salud

Los poderes del cacao: del grano a tu salud

Mónica Bayuelo García


Más allá del placer gastronómico, el consumo de cacao se asocia a una impresionante gama de beneficios para la salud. Esta riqueza nutritiva no pasó desapercibida para las civilizaciones antiguas. Para las culturas precolombinas esta semilla era un regalo divino apreciado por su sabor y por sus extraordinarias ventajas salutíferas, razón por la cual tenía un papel central en la vida cotidiana. Los mexicas, por ejemplo, solían tomar xocolatl antes de yacer con sus concubinas para estimular su “apetito venéreo”. Inspirado por esta reverencia, Carlos Linneo, el padre de la botánica moderna, lo nombró Theobroma cacao: “el alimento de los dioses”.

Pero, ¿qué hace tan especial al cacao? Su secreto está en su rica composición bioquímica. Más o menos la mitad de su peso son grasas conocidas como manteca de cacao, que se derrite justo a la temperatura del cuerpo regalando esa sensación tan agradable en la boca. También contiene proteínas, un poco de azúcares y almidón, además de minerales importantes, como magnesio, hierro y zinc.

El cacao contiene y estimula la liberación de feniletilamina y anandamida, conocidas como las moléculas del amor y de la felicidad porque provocan sensaciones de euforia y bienestar similares a las que generamos cuando nos enamoramos. No es casualidad que durante siglos el chocolate haya sido considerado un afrodisíaco y un elemento central en rituales de cortejo romántico.

Una de sus grandes cualidades es la abundancia en antioxidantes, en especial en un grupo de compuestos llamados flavonoides, los cuales ayudan a proteger nuestras células y favorecen el bienestar de nuestro corazón y nuestro cerebro. El cacao también tiene sustancias estimulantes, como la teobromina y, en menor medida, la cafeína, que mejoran el ánimo y levantan la energía.

Nuestros amigos flavonoides

Los flavonoides son pequeñas moléculas presentes en casi todas las plantas vasculares (o sea, aquellas que transportan nutrientes a través de tejidos especializados, como xilemas y floemas) y forman parte esencial de nuestra alimentación diaria. El cacao es una de las fuentes más ricas de estos compuestos. Su nombre proviene del latín flavus, “amarillo”, porque cuando el bioquímico Albert Szent-Györgyi los aisló por primera vez en la década de 1930, obtuvo cristales de ese color. Aunque muchos flavonoides producen pigmentaciones amarillas en las plantas, en realidad este grupo de compuestos es responsable de una amplia gama de colores en la naturaleza: rojos, azules y púrpuras.

Más allá de dar color y sabor a nuestros alimentos, los flavonoides se distinguen por su gran variedad de actividades biológicas. Sus propiedades antiinflamatorias y antioxidantes son las más estudiadas, y gracias a ellas se ha asociado su consumo con la reducción del riesgo de enfermedades crónicas, la prevención de ciertos tipos de cáncer y la protección cardiovascular. Por su alta concentración en flavonoides, el cacao ha motivado numerosas investigaciones sobre sus beneficios para nuestra vitalidad.

Estas moléculas han despertado un interés particular en el ámbito del envejecimiento y las enfermedades neurodegenerativas porque sus efectos pueden ayudar a restablecer el equilibrio de las células, mismo que se ve afectado en patologías como el Alzheimer, la demencia senil y los trastornos cognitivos relacionados con la memoria y el aprendizaje, todos ellos marcados por altos niveles de estrés oxidativo. Además, los flavonoides no sólo actúan como defensas antioxidantes: también intervienen en la comunicación entre neuronas y regulan proteínas importantes para su funcionamiento. En consecuencia, pueden mejorar el desempeño cognitivo y proteger la salud cerebral a largo plazo. Esto explica por qué el cacao es considerado un alimento neuroprotector.

La suave energía de la teobromina

La teobromina es pariente químico de la cafeína y el alcaloide más abundante del cacao. Su nombre deriva del género botánico de esta semilla, Theobroma, y aunque comparte con la cafeína su capacidad estimulante, lo hace de una manera más sutil y prolongada: en lugar de provocar los picos de energía característicos del café, actúa de forma gradual, mejorando el estado de alerta sin generar nerviosismo ni alterar el sueño.

Pero sus beneficios son más profundos. Esta molécula actúa como vasodilatador, relaja los músculos de los vasos sanguíneos mejorando así la circulación, lo que explica parte de los efectos cardioprotectores del cacao. También tiene propiedades broncodilatadoras que facilitan la respiración e incluso se le atribuyen efectos diuréticos y reguladores del estado de ánimo. Curiosamente, mientras los humanos metabolizamos la teobromina con relativa facilidad, otros mamíferos la procesan de manera mucho más lenta, por eso el chocolate resulta dañino para algunos animales, como los perros. Esta peculiaridad metabólica nos recuerda que el cacao evolucionó con una química sofisticada, quizá como mecanismo de defensa vegetal que resultó ser un regalo para la fisiología humana.

Vale aquí una advertencia: lo que hoy llamamos chocolate tiene poco que ver con el poderoso superalimento que se veneraba en tiempos ancestrales. La industrialización del siglo XIX, aunque democratizó su consumo, sacrificó sus propiedades naturales en el altar de la producción masiva.  Los efectos salutíferos respaldados por la ciencia moderna se encuentran en el cacao que respeta los procesos tradicionales y conserva su riqueza nutricional.

Al elegir chocolate, es mejor optar por aquellos con un alto porcentaje de cacao, cultivados en sistemas agroforestales y elaborados con un mínimo procesamiento industrial, así disfrutarás de su sabor auténtico y del verdadero legado de las diosas: sabor, salud y sostenibilidad.

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1 comentario

Una inf. muy valiosa e interesante.

Patricia Ortiz Balderas

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